Desde la ficción más secular a las reflexiones recientes, lo relacionado con la inteligencia artificial (IA) ha tenido un perfume de tragedia, imaginandola como una caja negra cuya apertura nos empuja por un sinfín de grandes males y desastres. Una metáfora, la de la caja negra, muy arraigada en la reflexión sobre la ciencia y la tecnología. Que nos evoca la mítica caja de Pandora, que originalmente no era una caja, sino una tinaja. En lo que sí se converge con el mito clásico es que, por muchas advertencias que nos hagan, no podemos resistir nuestra curiosidad y ver qué pasa. Ahora parece que estamos en el haber qué puede pasar si seguimos desarrollando las máquinas superinteligentes, las que son capaces de superar la capacidad intelectiva del ser humano.
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IA caja negra
Nada más saltar al centro de la agenda pública la inteligencia artificial, hace ahora poco más de un año, hubo una reacción en cadena que nos advertía. Un buen número de científicos e intelectuales, que se supone que saben lo que significa la potencia de estas máquinas superinteligentes lanzaban su advertencia al mundo en forma de carta. A los demás mortales, lo del color negro de esta caja no era sino significante de su opacidad. Ni unos, los que están a favor de desarrollar al máximo la potencia de estas máquinas superinteligentes, ni otros, más favorables a restringir su desarrollo, hacían transparente las supercompetencias de las nuevas máquinas, ni sus catastróficas consecuencias.
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Si tan terrible es, pongamos controles y regulaciones. Como si los controles y regulaciones pudieran servir en este caso. Para controlar efectivamente una máquina superinteligente, una de las formas es introducir en ella instrucciones limitadoras, incluso contrarias a sus objetivos. Pero, si se introducen limitaciones, ya no es tan superinteligente. Otra de las formas es que sea controlada por otra máquina más superinteligente, más estratégica. Entonces, se trasladaría el peligro de una máquina a otra, de mayor nivel.
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Máquinas superinteligentes
Con las regulaciones no nos vamos a extender aquí. Pero seguramente la mejor regulación es la que se haga con estas máquinas superinteligentes. Máquinas capaces de saber dónde están los peligros. Pero sólo lo sabría ella, sin acceder a sus razones. La regulación, como la última salida de la UE, es razonable. A la razón a la que pueden acceder colectivamente unos seres humanos. Sólo eso.
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